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A las 6 y pico

Stuffen

Camino del abismo

Camino del abismo Lápices de colores sobre papel.
(Boceto para mural)

Bailarina II

Bailarina II Elena 96.
30 x 100 cm.
Lápices de colores sobre papel.

Metro

Metro Elena 98.
(Boceto)
Grafito sobre papel.

Todos los días la misma rutina. Las mismas caras que se miran sin dignarse a pronunciar palabra.
Personas de distintos gustos y colores, cada una de las cuales constituye el espejo de su propia historia.
Stu.

Anatomía

Anatomía Elena 95.
100 x 70 cm.
Carboncillo sobre papel.

"Ocho módulos tiene el cuerpo humano,
siendo en altura y en proporción bien hecho:
Cuatro desde la olluela hasta la mano,
y otros tantos cabeza, vientre y pecho;
El muslo dos, estando bien derecho:
y de éstos cada uno, con certeza,
el tamaño es total de la cabeza."

Palomino en El musero pictórico, libro IV.

bailarina

bailarina Elena 97
Lápices de colores sobre papel.
25 x 70 cm.

Esgrima

Esgrima Elena 99.
Grafito y vaselina sobre papel.

Delicioso juego en el que dos personas tienen la delicadeza y elegancia de batirse con un metal de por medio.
No impera la fuerza bruta sino la maestría, la agilidad, la táctica, los reflejos, la habilidad...
Distante a la vez que cercano. Intenso y excitante.
La adrenalina se apodera de ti, mientras intentas acercarte a tu contrincante. Él se aleja, pero tú no le concedes tregua en este majestuoso baile de máscaras.
De repente tu pareja de "duelo" para en tercia, y uno de los dos se tira a fondo, clavando su acero sobre el latiente pecho.
¿No es erótico?
Esa es la esgrima para mí.

(Bueno, lo acabo de escribir sobre la marcha, pero más o menos era eso lo que pretendía expresar).

Dolores y Markus

Dolores y Markus Boceto.
Grafito sobre papel.

Bueno, os presento a unas personas que son importantes para mí (sobre todo Dolores).

Déjame atravesar el cristal

Déjame atravesar el cristal "Javi"
Elena 05
Acuarela.

Déjame atravesar el cristal
tras el que escondes tu inteligente mirada
cálida, atrayente e ingenua mirada.
Permíteme atravesar el escudo
que ciega cuatro de mis sentidos,
sin bien se me ha permitido mirarte
yo quiero ver más allá
palpar con mis manos tu sonrisa
olfatear tu timidez mientras
yo te la arranco a mordiscos
saboreando el néctar de nuestra amistad.
No me impidas llegar hasta a ti
pues en realidad sólo estamos a un paso
líneas paralelas a la espera
de que un mínimo desvío colabore en su unión.
Pero lo que yo quiero que asumas
es que eres rico y no lo sabes
que deseo tenerte cerca
porque al menos lo sé yo.

El sol de la mañana

El sol de la mañana "Hotel room"
Edward Hopper.

Llega la mañana, los rayos de Sol de un nuevo dia se introducen por mi ventana. Continúo durmiendo plácidamente mientras los dorados rayos cubren mi cuerpo tendido, susurrando...

- levántate, todo ha sido un sueño.
levántate, olvida lo soñado.

Poco a poco me desperezo, ya es otro dia. Un bonito dia de verano cálido y limpio. Me asomo por la ventana y veo el resplandeciente cielo azul. Me siento como si algo hubiera cambiado en mí, pero no consigo descifrar qué es.

Entonces me vienen vagos recuerdos de algo vivido, ¿o tal vez se trata de algo soñado?

Recuerdo que fuimos amigos, recuerdo haber compartido aventuras contigo.
Recuerdo pasear junto a ti por kilométricas playas desiertas de arena blanca. Nuestros cuerpos desnudos tostándose al Sol, jugando como niños; el retozar entre las olas a la orilla del mar; el dormir abrazados bajo la luz de la luna, sintiendo tu aliento en mí.
Me acaricias el pelo, es tan relajante...
Recuerdo haber robado un barco para llegar hasta ti.
Recuerdo una estación de tren a la que acudes a recogerme; después, un viejo Hotel con aire acondicionado; nuestras risas bajo las sábanas...
Recuerdo el sabor de tus besos, sabían bien.
Recuerdo el haberte deseado, tú me deseabas también.
Recuerdo el anhelo de tocarte, acariciarte, sentir tu cuerpo contra el mio.
Recuerdo haber tenido miedo pero haber confiado en ti. Recuerdo el sonido de tu voz. Tú también confiaste en mí; qué grata sensación me produce.

Recuerdo haber recibido un regalo tuyo.
Pero..., si todo ha sido un sueño, me pregunto... ¿por qué conservo tu regalo?
Me encanta ese regalo; es tierno, dulce, imaginativo, sensible, adorable,¿como tú?
Recuerdo que no se lo puedo mostrar a nadie. Es sólo para mí.

Recuerdo tu sonrisa; te costaba tanto mostrarla.
Recuerdo que tenemos una cita, dentro de un año, o tal vez dos.

Te recuerdo,
pero...
¿Quién eres tú?

El Sol de la mañana ya nubla mis recuerdos..

Boceto

Boceto Elena 98.
Técnica mixta sobre papel.

"La mera posibilidad de conseguir lo imposible, hace que merezca la pena seguir soñando"

Ropa interior naranja

Aquella noche salieron a ahogar sus penas, como tantas otras. Era algo que hacían por lo menos una vez al mes, para sanear y retomar sus respectivas rutinas con mayor fuerza y determinación.
Paula y Sergio se conocían de toda la vida; en realidad, sus vidas no se habían cruzado hasta hacía cosa de dos o tres años atrás, pero desde aquél mágico día, no habían vuelto a ser capaces de plantearse el haber llegado a existir el uno sin el otro. Constituían una pareja envidiable, aunque nunca habían sido pareja.

Aquella noche era una de sus especiales noches de borrrachera y "desparrame" tan esperadas por Paula. Nunca lo planeaban, cada vez que uno de los dos sentía la ardiente necesidad de romper con todo mediante una de sus clásicas "reuniones de crisis" llamaba al otro, fuera la hora que fuera; los dos dejaban a un lado los planes que tuvieran para esa noche, y se encontraban a las 24 horas en la Puerta del Sol, delante del Oso y el madroño.

Pero aquella noche Paula miraba a Sergio de cierta manera picarona.

En seguida comenzó la ronda de Margaritas, que tanto gustaban a la chica (a Sergio no le costaba nada hacerla feliz dejando que imperaran sus gustos, que eran tan delicados como ella). Lo estaban pasando en grande, riéndose de sus problemillas cotidianos: que si el jefe, que si la minifalda de la compañera trepa, etc... Paula sonreía constantemente, mientras jugueteaba inocente e insinuantemente con uno de sus bucles. Entonces comenzó a decir:
- No te fíes de las mujeres con ropa interior naranja...

Sergio no entendía muy bien qué era lo que su amiga pretendía insinuarle con esas palabras, así que se limitó a sonreirle como si tal cosa.

La diversión, que como siempre era grande en mutua compañía, seguía su cauce, mientras iban cambiando de garitos, así como de combinados.

A eso de las 4 A.M, los dos se hallaban bastante entonados, bueno, se podría decir que Paula estaba borracha como una cuba, así que Sergio se decidió a acompañarla a su piso, haciendo gala del sentimiento de protección un tanto fraternal que ella le inspiraba desde siempre.

La fuerza de la gravedad tiraba de Paula hacia el suelo, pero Sergio la agarraba por la cintura con mayor fuerza aún, para no dejar que cayera.

Una vez en el ascensor, Paula volvió a repetir entre risitas su frasecita de la noche:
- No te fíes de las mujeres con ropa interior naranja.

Al fin llegaron al piso de la joven, Sergio sacó su propio juego de llaves, abrió la puerta y condujo a Paulita al sofá, donde se dejaron caer entre risas y suspiros de alivio.

A los diez minutos, cuando estaban tan relajados comentando lo mucho que aquél camarero se había fijado en ella, Paula se levantó y comenzó a desnudarse.

Se habían visto desnudos miles de veces, ya que no tenían ningún tipo de secretos el uno para con el otro, ni tan siquiera físicos.

Pero aquella noche había algo diferente. Sergio se quedó atónito cuando vio que:
"Paula llevaba ropa interior naranja".

Stuffen.

Restos

Restos Elena 99.
Técnica mixta sobre papel.

De caballetes 2

De caballetes 2 Elena 99.
Grafito sobre papel.

Huellas

Huellas Elena 1998
110 x 150 cm
Acrílico sobre lienzo.

Yo (boceto)

Yo (boceto) Elena 04.
Grafito sobre papel.

Como en una canción de U2

En una canción de U2
se resume mi última existencia
cargada de dudas,
algo de esperanza
y otro tanto de impaciencia.

Falsas ilusiones recreadas
sobre los espejos de mi ingenuidad
espejos que se van rompiendo
al ritmo de las olas frente a mi jardín.

Palabras que se repiten en mi mente,
acompañadas de melodías inquietantes:
"ni contigo ni sin ti"...

Stuffen

Autorretrato

Autorretrato Elena 98.
Acrílico sobre lienzo.
50 x 70.

En Andorra

En Andorra Elena 04.
Óleo sobre lienzo.
40 x 60 cm.

LOS ECOS DE LAS MONTAÑAS.

Esta vez el Viento del Sur quería dar las gracias de verdad al Amor Desconsolado, pero ya se hallaba aburrido y cansado de enviar palomas mensajeras, por no decir que la última paloma se hallaba aun en el viejo palomar de Amor Desconsolado..

Así que el Viento del Sur, lo que quería era encontrarse y entrevistarse con el amor desconsolado, estrecharle la mano, darle unos golpecitos en la espalda, y hasta puede que un abrazo.

En vistas de que las únicas noticias del Amor Desconsolado, provenían de los ecos de las montañas y los versos de los juglares,(dicho sea de paso que los últimos versos habían sido preciosos y de lo más inspirados..). El viento del Sur se decidió a preguntar a la Dama Rompecorazones, conocida por la gran y antigua amistad que le unía al Amor Desconsolado.

La Dama Rompecorazones, poco aclaró al Viento del Sur, el mismo sonido del viento causaba interferencias, y no permitía a la Dama comprender los motivos del interés de éste. Todavía no existía suficiente confianza entre ambos, para que se diera semejante entendimiento.

Así que el Viento del Sur, decidió elevar su agradecimiento sobre los ecos de las montañas, esperando que los juglares relatasen las nuevas... Las palomas mensajeras también merecían unas vacaciones...

De caballetes 1

De caballetes 1 Elena 99.
Grafito sobre papel.
21 x 28 cm.

YO PINTO

Coloco un nuevo lienzo en mi caballete.
Lo miro mientras se halla esperándome, blanco, puro y fértil. El virginal lienzo, pedazo de tela imprimada, tensada y clavada mediante unas vulgares grapas a un antes vacío bastidor de madera.
Lo asalto con una mezcla de incertidumbre, ansias por corromper su inmaculada presencia, así como un cierto miedo ante lo desconocido, cual antiguo colonizador en tierras por descubrir.
Dejo que mi mente guíe a mi mano y ésta al grafito, mientras bosquejo el inicio de lo que será una larga fecundación.
Me recreo en la línea y el dibujo tranquilamente, como si dispusiera de todo el tiempo del mundo. Me alejo, lo estudio, percibo fallos en la proporción. Borro, paso el paño, y vuelvo con mayor determinación.
Unos simples y apenas perceptibles garabatos comienzan a cuestionar por primera vez el blanco de la superficie, pidiendo a gritos: - ¡¡Mancha!!
Abro el maletín, como si de un magnífico cofre del tesoro se tratara. Está lleno de tubos de colores, pinceles de casi todos los tamaños. Es curioso el hecho de que todavía posea esa capacidad de sorprenderme, cual niño pequeño, ante la amplia gama de utensilios envueltos en llamativos diseños que te permiten desarrollar la creatividad y "pringarte" a gusto.
Ya como adulto, pienso: - ¿no es maravilloso que las marcas de material artístico se denominen "Van Gogh", "Rembrandt" o "Windsor and Newton"? (me pregunto quién sería éste último).
Cojo la paleta señalada con miles de huellas, que son las marcas de tantos cuadros a sus espaldas...
Entonces comienzo a distribuir los óleos en ella, desde el blanco de cinc hasta el azul de cobalto. Una gama de ocho colores que considero esenciales, entre los que nunca estará el negro, pues es sabido que todo pintor medianamente aceptable ha de ser capaz de obtenerlo a partir de los tres primarios.
Mmmm, ya me viene el olor de la trementina recién vertida en el bote de cristal (en realidad, los pobres utilizamos aguarrás, que viene a ser lo mismo, pero las palabras "esencia de trementina" quedan infinitamente mejor).
Creo que ése es el momento en que tengo menos miedo. Hundo el previamente mojado en trementina pincel, entre los churretes de pintura, noto cómo se impregna, y: "zas", mi mano roza el pincel contra la tela, con movimientos rápidos.
Me suelto y comienzo a realizar manchas generales, sé que siempre estaré a tiempo de añadir o quitar pintura (el acto de pintar no es tan diferente al de modelar la arcilla).
Voy viendo resultados, lo que me anima a continuar.
Ese marrón ha de ser más rojizo, ahí hay una sombra arrojada que contiene parte del color complementario del objeto en sí. Si añado carmín a ese azul lo oscurezco, con lo que el blanco de al lado desentonará un poco, hay que neutralizarlo con gris. Ese naranja destaca poco en contraposición al rojo bermellón que lo limita, creo que le añadiré algo de azul.
Durante toda esta vorágine, me doy cuenta de que han transcurrido varias sesiones y el cuadro ya ha tomado forma. A esas alturas siento cómo me he fundido con la obra, me he implicado de tal manera, que miro y encuentro pintura en el lienzo y en mis manos, en mi pelo y mi mono. Descubro frente al espejo, que mi cara está manchada de verde. Me encanta esa sensación. Soy una persona que necesita percibir el material, vivir plenamente lo que está haciendo. No sería capaz de pintar con guantes de látex en mis manos, no soportaría tanta esterilidad.
A esas alturas, llega el momento crítico, hay algo que no me convence, he de estudiar bien de qué se trata.
La obra iba por buen camino, pero le falta ese punto, ese toque que la hará parecer terminada o no.
Me encuentro en la encrucijada que existe entre dar el "toque maestro", o tirar por la borda horas y horas de trabajo, por un mal gesto.
Odio ese momento, me gustaría dejar los cuadros así, sin terminar. Además, ¿quién decide cuándo una obra está terminada y cuándo no?, es algo tan relativo...
Me dan ganas de tirar la toalla, y puede transcurrir un día, dos, o incluso más, sin que sea capaz de tocar de nuevo el cuadro.
El óleo se va endureciendo en la paleta, hasta que llega un momento, en que me armo de nuevo de valor, me arriesgo, y meto el pincel con ímpetu.
Quedaba más trabajo del que pensaba, todavía hay que añadir saturación en algunas zonas, luminosidad, volumen en otras.
Cuando me quiero dar cuenta: "Voilá".
Sonrío...
Ahora sí está terminado.

Stuffen 04.